HISTORIA DE LA LITERATURA GUATEMALTECA (pequeña reseña)
Por Mario Cordero
Actualmente,
la literatura guatemalteca se difunde, sobre todo, a través de los libros. Pero
ello no significa que esto siempre fuera así. A lo largo de nuestra corta
historia de literatura eminentemente guatemalteca, ésta se ha difundido por
diferentes medios. Como parte de la reflexión, cabe imaginarse que no toda las
obras, ya sean de excelente, mediana o nula calidad, fueron publicadas, y que
el criterio de difundirse debió de adjudicarse a una persona o un grupo de
ellas, que tenían el poder de decidir dentro de estos medios de difusión.
Prehistoria literaria
Aunque
el tema es motivo de una reflexión mucho mayor, y con tal de no extenderse
mucho en el tema, habría que referir que en tiempos prehispánicos, la
literatura debe entenderse desde un punto de vista no occidental. Si se piensa
en que las obras se difunden por medio de un texto escrito con caracteres
latinos, entonces sería impensable sugerir una literatura precolombina. Pero,
si se piensa en un modo de escritura maya y sucesores, pues habría que tomar en
cuenta que existen documentos tangibles de “historias”, que nos refieren que
hubo algo de literatura. Sin embargo, el modo de transmisión debió de ser no a
través de un libro. Los murales, las inscripciones en monolitos y escalinatas,
los códices, por mencionar los supuestos mayas; y luego la tradición oral que
se recoge en el Pop Wuj, o la preservación del Rabinal Achi’ a través de
representaciones clandestinas, entre otros, forman parte de una transmisión
literaria ajena a un libro.
De hecho, como se recordará, los textos indígenas, como el Memorial de Sololá, Pop Wuj, el Título de los Señores de Totonicapán, por mencionar sólo algunos, fueron transcritos luego de la Colonia, en donde se recogía parte de la tradición oral, aunque pasado por un filtro de transcriptor cristiano o cristianizado. Los textos prehispánicos que hoy se conocen, debieron pasar por la aprobación de los sacerdotes y misioneros que transcribieron -o enseñaron a transcribir? los textos, si es que antes los documentos no pasaron por el fuego de los conquistadores.
De hecho, como se recordará, los textos indígenas, como el Memorial de Sololá, Pop Wuj, el Título de los Señores de Totonicapán, por mencionar sólo algunos, fueron transcritos luego de la Colonia, en donde se recogía parte de la tradición oral, aunque pasado por un filtro de transcriptor cristiano o cristianizado. Los textos prehispánicos que hoy se conocen, debieron pasar por la aprobación de los sacerdotes y misioneros que transcribieron -o enseñaron a transcribir? los textos, si es que antes los documentos no pasaron por el fuego de los conquistadores.
Época colonial
Se debe recordar, para avanzar en la historia, que la imprenta vino sino hasta
el siglo XVIII a Guatemala, y que ésta sirvió para difundir comunicados
oficiales de la Corona, o catecismos de la Iglesia Católica. Es decir, el modo
de difusión continuaba con los grupos hegemónicos.
No por nada, hasta antes de la Independencia, el modo de transmisión de
literatura fue muy restringido, a manos, usualmente de sacerdotes. Es por ello,
que uno de los primeros documentos literarios publicados en el país fue “La
tentantiva del León y el éxito de su empresa” de fray Matías de Córdova, quien
realizó una fábula en donde el felino protagonista simbolizaba a las clases
insurrectas que deseaban emancipación de la Corona, y es por ello que el
fraile, desde una intención más didáctica que literaria, hace circular su
fábula para hacer entender que un león (insurrectos) no podrán sublevarse ante
el hombre (grupos hegemónicos).
Surgen los semanarios
Sin embargo, previo a la Independencia, los grupos de poder se hallan divididos
entre los peninsulares, que gozaban de las más altas posiciones, y los
criollos, que comandaban desde posiciones de mediana decisión. Sin embargo, en
poder económico se igualaban.
Es por ello, que previo a la Independencia, varios semanarios surgen para
impulsar ideas emancipadoras.
Se saben de dos de los semanarios más famosos previo a la Independencia: “El
editor constitucional”, de Pedro Molina, que proponía una emancipación rápida y
liberal a favor de los criollos, basándose en los derechos establecidos en la
Constitución de Cádiz (de ahí su nombre), y “El amigo de la patria”, que
proponía una liberación de España, pero en forma paulatina, sin cambiar las
estructuras de poder y a favor de los peninsulares, dirigido por José Cecilio
del Valle.
Antes y después de la Independencia, los semanarios también eran la forma de
difundir masivamente la literatura. En éstos y otros periódicos, sobresalían
nombres como el de Simón Bergaño y Villegas y Rafael García Goyena. De hecho,
el primero en mención se “ganó” un exilio forzado a Cuba, debido a sus poemas
con alusiones independistas. Tras la independencia, la literatura era vista
como una forma de transmitir ideas políticas; surgen, además, los folletines,
que son novelas por entregas que salían periódicamente en los semanarios. Hoy
día, se puede aún encontrar publicaciones de las novelas de Antonio José de
Irisarri, a quien se le reconocen dos novelas por entregas: “El cristiano
errante” y “La historia del perínclito Epaminondas del Cauca”.
Época conservadora
Como se recordará, los primeros pasos de nuestras naciones centroamericanas
fueron, sobre todo, liberales. Sin embargo, el paso a las ideas conservadoras
volvieron; en Guatemala, de la mano del presidente Rafael Carrera.
Con ello, hubo un cambio sustancial en la literatura guatemalteca, ya que se
dieron juntos la influencia del romanticismo europeo y el retorno a las viejas
estructuras de poder de la Colonia. Como uno de los principios del romanticismo
se basaba en la búsqueda del pasado, a los conservadores les vino como anillo
al dedo esta idea, ya que aprovecharon que los literatos buscaran en las raíces
de lo colonial la identidad.
El caso más significativo fue el de José Milla, quien además fungió como funcionario
durante el gobierno de Rafael Carrera. En torno a la figura de este escritor,
se dio una serie de escritores. Ante el analfabetismo reinante en el país, la
lectura se daba a un nivel muy bajo, y siempre desde los periódicos. El
folletín novelero era la mejor estrategia para difundir las novelas, y el mismo
Milla se hizo el más leído por sus cuadros de costumbres, que eran, además,
artículos periodísticos.
Sin embargo, el modo de difundir realmente la literatura fue a través de las
famosas tertulias literarias, que eran “coordinadas” por José Milla. Desde ahí,
se decidía qué se publicaba y qué no. De la tertulia, a los periódicos.
Se sabe, por ejemplo, que varios textos de María Josefa García Granados eran
leídos por ella misma en estas tertulias, pero por su condición de mujer, se le
dificultaba publicarlos como tal, así que varias veces encontró el cobijo de
publicarlos como coautora con figuras como José Batres Montúfar, aunque, por el
estilo literario, se sabía que éste no había participado en la creación.
Época liberal
Como indicio fundamental de los liberales, fue un apoyo más consciente a la educación; el periodismo creció más que con los conservadores, y por ello la producción literaria también fue en aumento.
Surgen más periódicos de tendencia liberal, que daban más cabida a los jóvenes escritores que empezaban a aborrecer el romanticismo y que estaban dispuestos a renovar la literatura. Un joven, llamado Enrique Gómez Carrillo, se hizo famoso porque su primer texto publicado fue una crítica en contra de José Milla, lo que le valió muchos abucheos de la clase acomodada, pero también un futuro brillante en la literatura.
A partir de esa fecha, era usual que los periódicos fueran el modo de transmitir la literatura. Después vendrían editoriales interesadas en publicar, pero siempre con muchas limitaciones.
Como indicio fundamental de los liberales, fue un apoyo más consciente a la educación; el periodismo creció más que con los conservadores, y por ello la producción literaria también fue en aumento.
Surgen más periódicos de tendencia liberal, que daban más cabida a los jóvenes escritores que empezaban a aborrecer el romanticismo y que estaban dispuestos a renovar la literatura. Un joven, llamado Enrique Gómez Carrillo, se hizo famoso porque su primer texto publicado fue una crítica en contra de José Milla, lo que le valió muchos abucheos de la clase acomodada, pero también un futuro brillante en la literatura.
A partir de esa fecha, era usual que los periódicos fueran el modo de transmitir la literatura. Después vendrían editoriales interesadas en publicar, pero siempre con muchas limitaciones.
Así se entra
en el siglo XX. Tener el control de las secciones culturales de los periódicos,
significaba decidir qué se publicaba y qué no. A principios de la centuria,
eran Rafael Arévalo Martínez, Flavio Herrera, Máximo Soto Hall, por mencionar a
algunos, quiénes lograban impulsar a los nuevos escritores editando poemas y
cuentos dentro de las páginas literarias.
A medida que fueron pasando los años, los nombres de César Brañas y David Vela,
en el desaparecido El Imparcial, y Alfonso Enrique Barrientos, en La Hora,
fueron referidos como los impulsadores de las letras guatemaltecas.
Revolución
Sin embargo, en el intermedio del siglo, como se sabe, la Revolución de Octubre y sus gobiernos, intentaron cambiar el panorama de todo cuanto existía en Guatemala, entre ello la literatura.
El gobierno de Juan José Arévalo creó la Editorial José de Pineda Ibarra y la del Ministerio de Educación Pública, las cuales buscaban impulsar las letras nacionales.
Sin embargo, este período de auténtica democracia duró muy poco para las urgentes necesidades nacionales, y el panorama para la literatura continuó casi igual en todo el siglo.
Alrededor de los años de la Revolución, también surgieron grupos de escritores inquietos que, ante el cierre de espacios en los periódicos por parte de las generaciones anteriores, crearon revistas, como la Revista Guatemala (dirigida por Luis Cardoza y Aragón) o la Revista Acento, en donde participó, por ejemplo, Augusto Monterroso y Otto-Raúl González. Sin embargo, estos escritores inquietos, con la Contrarrevolución, debieron exiliarse, y la literatura guatemalteca se empezó a publicar en libros, sólo que en otros países, como en Argentina (Miguel Ángel Asturias) o México.
Sin embargo, en el intermedio del siglo, como se sabe, la Revolución de Octubre y sus gobiernos, intentaron cambiar el panorama de todo cuanto existía en Guatemala, entre ello la literatura.
El gobierno de Juan José Arévalo creó la Editorial José de Pineda Ibarra y la del Ministerio de Educación Pública, las cuales buscaban impulsar las letras nacionales.
Sin embargo, este período de auténtica democracia duró muy poco para las urgentes necesidades nacionales, y el panorama para la literatura continuó casi igual en todo el siglo.
Alrededor de los años de la Revolución, también surgieron grupos de escritores inquietos que, ante el cierre de espacios en los periódicos por parte de las generaciones anteriores, crearon revistas, como la Revista Guatemala (dirigida por Luis Cardoza y Aragón) o la Revista Acento, en donde participó, por ejemplo, Augusto Monterroso y Otto-Raúl González. Sin embargo, estos escritores inquietos, con la Contrarrevolución, debieron exiliarse, y la literatura guatemalteca se empezó a publicar en libros, sólo que en otros países, como en Argentina (Miguel Ángel Asturias) o México.
Plaquettes
Ya pasado la mitad del siglo XX, dos grupos, Nuevo Signo (1968) y Rin 78 (1978), debido a las dificultades de publicar sus textos literarios, se formaron con la idea de realizar ediciones.
Sin embargo, ante la falta de experiencia y la ausencia de un mercado dispuesto a comprar literatura, estas ediciones no se lograban difundir mucho; lo que sí se asegura, es que fue un gran esfuerzo de parte de estos poetas y narradores en publicar sus obras.
El término plaquette fue el utilizado para estas publicaciones. El plaquette se refiere a libros que en las editoriales se encuentran en “placas” para la imprenta, sólo esperando una orden para la impresión.
Ya pasado la mitad del siglo XX, dos grupos, Nuevo Signo (1968) y Rin 78 (1978), debido a las dificultades de publicar sus textos literarios, se formaron con la idea de realizar ediciones.
Sin embargo, ante la falta de experiencia y la ausencia de un mercado dispuesto a comprar literatura, estas ediciones no se lograban difundir mucho; lo que sí se asegura, es que fue un gran esfuerzo de parte de estos poetas y narradores en publicar sus obras.
El término plaquette fue el utilizado para estas publicaciones. El plaquette se refiere a libros que en las editoriales se encuentran en “placas” para la imprenta, sólo esperando una orden para la impresión.
Ante
la falta de editoriales fuertes que encontraran rentable el publicar la nueva
literatura nacional, los escritores de la época realizaban publicaciones de
poco tiraje, a fin de transmitir la literatura, a las cuales le llamaban
plaquettes, como referencia que no eran ediciones definitivas, sino que
esperaban una más formal.
Otro cambio sustancia de esta época, es que los poetas empezaron a animarse a leer en público sus poemas. Era usual en la época que existieran declamadores de calidad, especializados en entretener al público en las reuniones de confianza con sus interpretaciones. Pero este don de declamar, dependía de que las personas que lo poseían gustaran de declamar poemas nacionales, y, mucho más, de poetas recientes, lo cual era muy difícil que ocurriera. De esa cuenta, la poesía dejó de ser “declamada” por especialistas, y a fin de transmitirla, los poetas empezaron simplemente a leerla, sin ánimos de declamarla.
Otro cambio sustancia de esta época, es que los poetas empezaron a animarse a leer en público sus poemas. Era usual en la época que existieran declamadores de calidad, especializados en entretener al público en las reuniones de confianza con sus interpretaciones. Pero este don de declamar, dependía de que las personas que lo poseían gustaran de declamar poemas nacionales, y, mucho más, de poetas recientes, lo cual era muy difícil que ocurriera. De esa cuenta, la poesía dejó de ser “declamada” por especialistas, y a fin de transmitirla, los poetas empezaron simplemente a leerla, sin ánimos de declamarla.
Las editoriales
Los
grupos inquietos de la segunda mitad del siglo XX, fueron los que recibieron la
apertura democrática de la década de los ochenta. Con la nueva Constitución y
los gobiernos civiles, surge también el Ministerio de Cultura y Deportes, junto
con la Editorial Cultura, la cual fue creada y dirigida por los poetas y
narradores que anteriormente publicaban en plaquettes.
Asimismo, otras editoriales privadas se crearon y se fortalecieron otras ya existentes, pero, desde entonces, las publicaciones en libros han sido el modo usual de transmitir la literatura. Los periódicos y revistas dejaron de ser el espacio favorito para ello.
Cientos de libros, que guardaban su turno en su forma de plaquette, encontraron por fin luz editorial en la década de los noventa.
Asimismo, otras editoriales privadas se crearon y se fortalecieron otras ya existentes, pero, desde entonces, las publicaciones en libros han sido el modo usual de transmitir la literatura. Los periódicos y revistas dejaron de ser el espacio favorito para ello.
Cientos de libros, que guardaban su turno en su forma de plaquette, encontraron por fin luz editorial en la década de los noventa.
Pese
a esta apertura editorial, el país había carecido de la falta de producción de
libros por tanto tiempo, que eran muchos los escritores que reclamaban, con
justicia, una oportunidad para publicar. Así, libros que tenían 20 años de
creación, eran publicados.
Entra, pues, un nuevo conflicto, ya que fue tanto la espera, que apenas había presupuesto para publicar lo pendiente por años, que los escritores jóvenes no encontraban mucha cabida.
A mediados de los noventa, un grupo de escritores jóvenes crean la Editorial X, que dio cabida a sus libros, que no eran aceptados en las otras casas de publicación. Este suceso formó una nueva generación de literatos, los que hoy día son los más pujantes en la creación, en contraste de la generación anterior, de quienes es más frecuente las reediciones.
Entra, pues, un nuevo conflicto, ya que fue tanto la espera, que apenas había presupuesto para publicar lo pendiente por años, que los escritores jóvenes no encontraban mucha cabida.
A mediados de los noventa, un grupo de escritores jóvenes crean la Editorial X, que dio cabida a sus libros, que no eran aceptados en las otras casas de publicación. Este suceso formó una nueva generación de literatos, los que hoy día son los más pujantes en la creación, en contraste de la generación anterior, de quienes es más frecuente las reediciones.
En la Internet
Aunque
la producción editorial ha sido mucho mayor en los últimos años, aún la demanda
de espacio de parte de los escritores, es mayor a la que los libros puedan
ofrecer.
Con las nuevas opciones en Internet, como la de adquirir un dominio a un precio no tan elevado, o recursos gratuitos como los blogs, los escritores noveles han aprovechado estas herramientas a fin de que publiquen ellos mismos sus textos.
Actualmente, en Guatemala existen una gran serie de blogs de escritores jóvenes que han encontrado un modo más fácil, accesible y barato de publicar sus creaciones, en vez de esperar varios años a que una editorial publique los textos, o de pagar costosas ediciones.
Con las nuevas opciones en Internet, como la de adquirir un dominio a un precio no tan elevado, o recursos gratuitos como los blogs, los escritores noveles han aprovechado estas herramientas a fin de que publiquen ellos mismos sus textos.
Actualmente, en Guatemala existen una gran serie de blogs de escritores jóvenes que han encontrado un modo más fácil, accesible y barato de publicar sus creaciones, en vez de esperar varios años a que una editorial publique los textos, o de pagar costosas ediciones.
Comentarios
Publicar un comentario